Linus Torvalds: «Mi trabajo es decir no. Alguien tiene que hacerlo»

Linus Torvalds ya no se considera un programador. El creador de Linux y Git lo ha reconocido así en una charla con Dirk Hohndel, director de código abierto de VMware, en el marco de la Open Source Summit Europe que se celebra estos días en Lyon.

«Ya no sé nada de programar. La mayor parte del código que escribo está en mis correos electrónicos. Alguien me envía un parche… Y yo respondo con pseudocódigo. Estoy tan acostumbrado a editar parches que a veces los envío sin haberlos probado. Literalmente lo escribo por correo y digo: ‘Creo que así es como debe hacerse’, pero esto es lo que hago, no soy un programador«, comenta Torvalds según recogen en ZDnet.

«Entonces, ¿en qué consiste tu trabajo?«, le pregunta Hohndel. «Leo y escribo muchos correos electrónicos. Al final, mi trabajo es decir ‘no’. Alguien tiene que decir ‘no’. Porque los desarrolladores saben que si hacen algo a lo que yo le diré ‘no’, harán un mejor trabajo al escribir el código«, responde Torvalds. «A veces los cambios en el código son tan obvios que realmente no se requieren mensajes, pero eso es muy, muy raro», añade.

No obstante, le pone mucha dedicación a al labor que desempeña: «Creo que uno de mis objetivos principales es ser muy receptivo cuando la gente me envía parches. Quiero dar el sí o no en un día o dos. Durante una fusión, el día o dos pueden alargarse toda la semana, pero como mantenedor quiero estar encima todo el tiempo. Creo que esa es una de las cosas que quieres hacer al responder para que las personas que envían el código, ya sea como parches o como solicitudes, sientan que su trabajo es, tal vez no apreciado porque a veces no lo es, pero que al menos reciban respuesta«, explica.

Hohndel le recuerda entonces que su primera autobiografía se titulaba Just for Fun (Solo por diversión), algo que él mismo ha asegurado hasta no hace mucho, a lo que Torvalds responde: «En muchos aspectos, el desarrollo se ha vuelto mucho más fácil… Tenemos herramientas mucho mejores y tenemos una documentación mucho mejor, tenemos mucha más comunidad donde las personas sienten parte de sus trabajos es ayudar a nuevas personas a entrar«.

Pero también echa de menos los viejos tiempos: «Lo que quizás no sea divertido es que tenemos que tener muchas reglas establecidas. Era mucho más libre en el pasado y había más bromas y se podían intentar cosas. Hay mucha seriedad, pero la razón por la que lo sigo haciendo es que es lo correcto. Por lo tanto, puedo pasar la mayor parte de mi tiempo leyendo correos electrónicos, pero parte de la razón por la que lo hago es de lo contrario estaría realmente aburrido«.

Llega a admitir incluso algunas de las dudas que le han asaltado a lo largo del tiempo y cómo Git, más que Linux, llegó a hacerle sentir bien: «Todos tenemos dudas, ¿verdad? Todos pensamos »¿somos realmente buenos?’ Y una de las dudas que tenía con Linux se debía a que era solo una reimplementación de Unix. ¿Puedo ofrecer algo que no sea solo una mejor versión de otra cosa?«, se preguntaba. «Y Git me demostró que puedo hacerlo. Tener dos proyectos con tanto impacto significa que no soy un poni de un solo truco«.

Fuente: www.muylinux.com

Copyfarleft, más allá del copyleft

¿Son las licencias libres una alternativa viable al tan criticado copyright? ¿El denominado copyleft – permitir la copia y las obras derivadas de un trabajo- es beneficioso por los autores? Tras la publicación de mi texto Diez años de Creative Commons, en el que defendía la utilidad de dichas licencias, surgieron algunas voces críticas.

Desde el Twitter oficial de la plataforma Cultura Libre atacaron de lleno a las licencias Creative Commons basándose en un caso concreto: una fotografía del quincenal Diagonal que el El País utilizó (aquí detalles). David García Aristegui, miembro de la plataforma Cultura Libre argumentaba en un texto en La Marea que la licencia usada por Diagonal (CC by-SA: Creative Commons atribución-compartir igual) “está suponiendo en la práctica el facilitar la apropiación del trabajo ajeno sin remunerar, y sin distinguir entre El País, un partido neonazi o un blogger fan de tu trabajo”.

Copyleft, ¿liberación o explotación? Vayamos por partes. La licencia usada por Diagonal, la más abierta de Creative Commons, permite “copiar, distribuir y comunicar nuestros contenidos públicamente; citarlos parcialmente y remezclarlo; Hacer un uso comercial”. El País, ciertamente, es libre de pagar a un fotógrafo que ya ha sido remunerado por Diagonal. Pero tiene la obligación de publicar la foto con la misma licencia. Forzar que un diario masivo con copyright use un licencia abierta me sigue pareciendo una buena idea. En casos concretos, además, un colectivo o un free lance pueden llegar a imponer agenda. Así ocurrió en Brasil, cuando el colectivo Fora do Eixo, distribuyendo fotografías con Creative Commons de un evento invisible para la prensa, el festival Baixo Centro de São Paulo, consiguió portadas en todos los grandes medios del país en una edición de domingo.

Sin embargo, si los medios masivos usasen los trabajos licenciados con copyleft para ahorrar presupuesto y así no enviar a sus fotógrafos / periodistas / free lances habituales, estaríamos ante un caso de saqueo del ‘procomún’ en beneficio propio. Si el mundo estuviera compuesto por lo que Zygmunt Bauman denomina ‘comunidades éticas’, regidas por compromisos a largo plazo, no existiría este problema. Si la peer-to-peer production de pequeños productores en red que preconiza Michel Bauwens ya gobernase el planeta, tampoco veríamos estos casos. Mientras llega el momento, una posible solución a esta situación sería usar el CopyFarLeft. Dicha licencia fue propuesta hace unos años por el programador de software libre Dmytri Kleiner en su libro The Telekommunist Manifesto. Dmytri, preocupado sobre cómo el mercado obtiene beneficios del procomún, del movimiento open source y al copyleft, dio forma a una licencia abierta con algunas restricciones de mercado. The Telekommunist Manifesto, donde Dmytri adapta el Manifiesto Comunista de Karl Marx a la era de las redes, incluye algunas de las siguientes ideas:

“Para que el copyleft tenga algún potencial revolucionario debe ser Copyfarleft. Debe insistir en que los trabajadores sean dueños de los medios de producción.

Una licencia copyfarleft debe hacer posible que los productores compartan libremente y que conserven el valor del producto de su trabajo. En otras palabras, los trabajadores deben poder hacer dinero al aplicar su propio trabajo a la propiedad mutual, pero debe ser imposible que los dueños de propiedad privada hagan dinero al utilizar trabajo asalariado.

Así, bajo una licencia copyfarleft, una imprenta cooperativa propiedad de los trabajadores debe poder reproducir, distribuir y modificar el stock común como quiera, pero una compañía editorial privada no podría tener libre acceso”.

Las licencias basadas en el Copyfarleft, como la Peer Production License, harían imposible que un diario de El País obtuviese lucro de una fotografía de Diagonal por una sencilla razón: los trabajadores no poseen los medios de producción. El País no está orientado al procomún y está basado en la propiedad privada. Sin embargo, el copyfarleft sí permitiría que la fotografía de Diagonal fuese republicada por La Marea (Madrid) o La Diaria (Montevideo). Creo que el copyleft, en muchas ocasiones, puede ser más útil, incidente y relevante que el copyfarleft. Puede hackear medios masivos e imponer agenda. Sin embargo, el copyfarleft puede ser muy eficiente para parar la explotación del procomún por parte de multinacionales y empresas netamente capitalistas. También es una opción interesante para el hardware abierto: tal vez algunas pequeñas firmas tecnológicas se animen a abrir su código sabiendo que las grandes multinacionales no se aprovecharán de su conocimiento.

Fuente: 20minutos.es


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