Bitcoin: podría revolucionar la economía mundial

Adivine, ¿cuál es la moneda que más se cotiza en el mundo? No, no piense en euros ni en dólares. ¿El yen? Frío, frío…

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Se llama bitcoin y no podrá pagar una caña con ella en el bar de la esquina, a no ser que viva en cierto barrio de Berlín donde un puñado de comercios ya la aceptan. Es una moneda digital que nació en su día para Internet, pero que ya está dando el salto a la calle. Sin bancos centrales que la respalden, sin autoridades que la supervisen y basada exclusivamente en la confianza de los usuarios. Una moneda que usted mismo puede fabricar y por la que ya se apuestan millones en Wall Street y Silicon Valley. Pero ¿por qué triunfa bitcoin? ¿Cuál es el secreto para que una moneda antisistema sea adoptada por el sistema? ¿Acaso estamos ante una revolución? Para entenderlo, hay que empezar por definir lo que es el dinero.

Los billetes no tienen valor porque tengan respaldo de bancos centrales. Tienen valor porque la gente quiere que lo tenga. Para que algo sirva como método de pago, lo único que hace falta es que una persona lo acepte como tal. Si puedes entrar a Mercadona y pagar con bolígrafos, pues vale. Una autoridad central lo que hace no es otorgar respaldo, sino confianza. Antes, la confianza venía dada por el oro y plata que guardaba el Banco Central; ahora, por la capacidad del Estado de pagar sus deudas explica Arturo Quirantes, profesor de Física de la Universidad de Granada, en la web Naukas. Si consiguiésemos un sistema descentralizado del que la gente se fíe, podremos establecer una moneda para hacer pago. De eso se trata bitcoin, una moneda que usa la criptografía para garantizar la seguridad. Cada usuario tiene una dirección electrónica donde guarda sus ahorros, que puede transferir a la dirección de otro usuario de manera anónima, realizando así un pago. Todas las transacciones quedan registradas en un libro de contabilidad global con el fin de evitar que cualquier listillo utilice los mismos bitcoins para realizar varios pagos. ¡Ojo!, solo es público el monto de la transacción, no la identidad de los usuarios. Y de vigilar el sistema se encargan los usuarios que lo deseen. ¿Qué aliciente tiene hacer ese ‘trabajo’, para el que es necesario resolver complejos problemas matemáticos con el ordenador? Pues que te pagan. En bitcoins, por supuesto. Por cada bloque de contabilidad verificado en la cadena de transacciones se recibe una cantidad. Por eso, a los contables se los llama ‘mineros’. Porque extraen más bitcoins del sistema al tiempo que garantizan su fiabilidad. Ingenioso, ¿eh? Varios acontecimientos han puesto esta divisa experimental en el punto de mira. Y han catapultado su valor de manera brutal. Cuando fue creada, en 2009, un bitcoin se cotizaba a menos de un céntimo.

un juego de ingenio, un desafío para empollones o una declaración de principios idealistas. Pero la bola de nieve empezó a engordar y a principios del presente año cada unidad de la moneda ya equivalía a diez euros .Desde entonces ha seguido batiendo récords y las últimas semanas, días y horas han sido una locura. Un burbujazo sin precedentes. Mientras se redactaban estas líneas, el bitcoin alcanzó los 670 euros. Cuando usted lea este reportaje, puede haber caído en picado o subido hasta el infinito y más allá. Porque es la moneda que más se revaloriza, pero también es la más volátil del mercado. ¿Qué está pasando? Básicamente que la gente ha empezado a hablar del bitcoin, sobre todo desde el cierre de The Silk Road por parte del FBI este octubre, un mercado negro on-line que permitía comprar drogas en todo el planeta utilizando la moneda virtual. Su cotización se desplomó, pero repuntó en cuanto se supo que los agentes no sabían cómo confiscar los 600.000 bitcoins (al cambio de entonces, 55 millones de euros; al de hoy, 360) que Dread Pirate Roberts, un joven de 29 años fundador del sitio, guardaba en su monedero electrónico, protegido como el de todos los usuarios con una clave secreta. Como se ve, el lado oscuro del bitcoin ejerce un perverso atractivo para pederastas, narcos, evasores fiscales y cibercriminales: una divisa que no deja huellas; un sistema de pago anónimo e irrastreable.

Pero las historias con final feliz también generan titulares. Como la de Kristoffer Koch, un estudiante noruego que empleó 20 euros en comprar 5000 bitcoins en 2009 como parte de su tesis sobre criptología en la universidad y se olvidó del asunto. Ni siquiera recordaba la contraseña de su monedero electrónico. Recuperó de golpe la memoria (y la clave) el pasado abril, cuando supo que su modesta inversión ascendía ahora a 656.000 euros. En los Estados Unidos ya se ha bautizado como ‘el club de los millonarios de bitcoin’ a los jóvenes que invirtieron cuando todavía valía calderilla. Quizá el ejemplo que más ha servido para su promoción es el de los hermanos Winklevoss, los gemelos que demandaron a Mark Zuckerberg por robarles la idea de Facebook. Fueron indemnizados con 48 millones de euros y estaban de vacaciones en Ibiza cuando oyeron hablar de bitcoin y decidieron invertir. «Hemos elegido poner nuestro dinero y nuestra fe en un sistema matemático que está libre de política y del error humano», anunciaron.

En los últimos meses, relata la revista Bloomberg, bitcoin ha hecho furor en Silicon Valley, donde al menos media docena de fondos de capital riesgo que hicieron fortunas con Twitter, Tumblr, Skype y Spotify han invertido en bitcoin. Incluso Peter Thiel, fundador de PayPal, el sistema de pago electrónico que bitcoin aspira a jubilar, participa en una plataforma basada en la criptomoneda. e-Bay también se plantea autorizarla, algo que ya han hecho Baidu (el Google chino) y miles de comercios electrónicos en todo el mundo. Incluso hay un cajero en Vancouver (Canadá) que te recarga el monedero. Así que los gobiernos, que veían bitcoin como un asunto de frikis, se están percatando de que hay algo más. El Senado de los Estados Unidos, sin ir más lejos, ha debatido su regulación, preocupado por la seguridad nacional; Alemania aspira a que las cuentas en bitcoins paguen impuestos; Tailandia las ha prohibido. Pero la naturaleza de bitcoin, donde los usuarios compran y venden de manera privada, la hace escurridiza para cualquier legislación. Además, ¿qué jurisdicción se puede ejercer sobre una moneda planetaria? El malestar por la crisis financiera ha servido de abono para el éxito de bitcoin. Y ha hecho reflexionar sobre la naturaleza misteriosa del dinero. ¿Por qué un rectángulo de papel vale 50 euros o 100 dólares? Pues porque la gente confía en los gobiernos que imprimen esos papelitos. ¿Pero qué pasa cuando se erosiona la confianza, como está sucediendo desde 2008? Que, entonces, se buscan alternativas. Bitcoin es una de ellas.

Una moneda que ninguna autoridad puede acuñar, sino que la fabrican los propios usuarios, ‘bajando a la mina’ con sus ordenadores o bien cambiándola por euros, dólares y demás en las Bolsas on-line, como MtGox.com, la más popular de todas. Un talón de Aquiles de bitcoin es el ataque de los especuladores, que explicaría en parte los altibajos de su cotización. Se estima que inversores chinos han acaparado el 35 por ciento de los doce millones de bitcoins en circulación, cuyo valor supera el PIB de Nicaragua y otros 60 países. El protocolo matemático establecido por su creador o creadores, que guardan el anonimato bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, dicta que solo se podrán fabricar 21 millones de monedas para evitar que pierda valor por la hiperinflación si los ‘mineros’ encontrasen la manera de producirla a mansalva. Usted mismo puede dedicarse a la minería. Con un ordenador, en diez horas de cálculos podría obtener unas 15 millonésimas de bitcoins, lo cual no llegaría al céntimo de euro. Quizá no le compense cuando le llegue la factura de la luz. Pero ya se comercializan máquinas para fabricar bitcoins. Las más modernas cuestan unos 6000 euros. Pero el gran desafío es saltar de interneta la calle. «Será dinero de verdad cuando la gente haga con ella algo tan normal como comprar comida», vaticina Joerg Platzer, el dueño del bar Room 77, en Kreuzberg, un barrio de Berlín.

El primer establecimiento no virtual del mundo donde se aceptó como moneda de pago. Platzer es un apóstol de esta moneda digital. Ha ido convenciendo de las bondades de bitcoin a los tenderos de su calle, a sus proveedores, a la peluquera, a los propietarios de tiendas de discos, boutiques y restaurantes. Y ha conseguido que el barrio berlinés se convierta quizá en el epicentro de una revolución financiera y casi casi religiosa. Porque la nueva divisa mundial y descentralizada inflama a sus usuarios con la fe de una secta. «Después de 2800 años de monopolio del dinero por parte de bancos y gobiernos, se acabó. Ningún banquero podrá cobrarme intereses», proclama Platzer con la convicción de un profeta. Una vez al mes se reúnen en el Room 77 comerciantes y hackers y curiosos para hablar sobre el dinero del futuro. Y para brindar. El primer brindis es para profanos: «¡Por la libertad de las transacciones!». El segundo, para entendidos: «¡Por la cadena de bloques!». Porque hay que estar en el ajo para saber que un bloque es algo así como una pepita de oro extraída por un minero. Solo que no se trata de oro, sino de un código informático. Y los ‘mineros’ no templan su corazón con pico y barrena, sino con ordenadores que resuelven problemas matemáticos.

La recompensa: bitcoins. TIPOS LISTOS QUE APUESTAN POR BITCOINS Peter Thiel. Cofundador de PayPal. «Bitcoin es la primera moneda digital con potencial para cambiar el mundo de las finanzas. Aunque, como a todas las divisas, le pueden afectar las burbujas especulativas o el blanqueo de capitales». Barry ´Silbert. Second Market. «Gestiono una plataforma de inversiones que mueve mil millones de dólares en acciones. Bitcoin no sustituirá al dólar, pero puede convertirse en una moneda viral y tener un impacto en nuestras vidas como el de Facebook». Fred Wilson. Union Square Venture. «Dirijo un fondo de riesgo que ha invertido en Twitter, Tumblr, Zinga… Y ahora en bitcoins. Para mí es un sistema tan revolucionario como la invención del protocolo de Internet». En un barrio de Berlín ya se utiliza -Propietaria del café Loor’s. Florentina Martens: «Recibo el dinero al instante, no pago comisiones y no me afecta la inflación» Acepto el pago en bitcoins desde el pasado abril. Es muy fácil y todo son ventajas. Yo recibo el dinero al instante y no pago comisión alguna, a diferencia de lo que ocurre con las tarjetas de crédito. Bitcoin tampoco sufre inflación. En el barrio de Kreuzberg (en Berlín), ya lo usamos unos diez comercios. Y vamos a cambiar el mundo».

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